Dedicado a: María Esneyder, Daniel Alfredo y a mí Madre

domingo, 24 de agosto de 2014

Cuento

Estoy trabajando intensamente en la preparación de un libro de cuentos que podría tener como título "La transformación de libélula y otros cuentos"© hoy presento el borrador de uno de esos otros cuentos.


Otros cuentos: "Abandono"©

Sintió un vacío en su pecho, como si algo se le hubiera arrancado del alma. Miró a través del ventanal del autobús, a lo lejos los edificios se confundían en una malla de concreto. Un extraño sentimiento de ausencia invadió el interior de su pensamiento; una luz oscura nubló sus recuerdos, trató de comprender el origen de tan dolorosa sensación, pero ningún recuerdo se hizo presente, todos huían desesperados. Las bombillas eléctricas del alumbrado público se encendieron con la primera sombra de la noche; divagó por un mar de recuerdos, pero ninguno le aclaraba aquella fría sensación de abandono, de ausencia. ¿Será la soledad? -Se preguntó- una y otra vez, nadie respondió, sólo apareció en el ambiente un frío penetrante, frío que baja de las montañas y cobija sin compasión el cuerpo del hombre.
En su mente confusa aparece una imagen – recuerdo; el rostro de una mujer que se confunde, se desvanece en los años pasados, en el tiempo que se aleja en la distancia de los días. En la imagen – rostro él, alcanza a ver dibujada una bella sonrisa con un leve dejo de tristeza, la imagen se confunde con los ruidos de la noche y se aleja con una mirada dulce pero triste, mirada que produce la distancia del tiempo, que produce la ausencia, que produce la misma muerte. «Sí, por fin comprendo» -Se dice el hombre- apesadumbrado -esa sensación de soledad y de vacío, siempre ha sido ella-. Ella que una mañana de abril cerró sus ojos para siempre. Antes de llegar a casa, el hombre se deja llevar por la melancolía y después de un ensordecedor estruendo, todo se ilumina y una suave luz intensa, lo abriga con un tibio calor.
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Jesús Rodríguez

"...todo se ilumina y una suave luz intensa..." Foto Jesús©



sábado, 23 de agosto de 2014

Cuento

Transformación de la libélula

En las últimas semanas he venido trabajando en un cuento, que narra la historia de un hombre agobiado por la soledad y la desesperanza y quién sufre una transformación a nivel psíquico y se ve enfrentado a la evasión de la realidad producida por su débil personalidad. Comparto un fragmento del cuento:

«El tiempo ha mejorado» Piensa Martín, mientras observa la belleza del bosque, que se muestra más cálido y luminoso. Muy diferente a lo que la visión humana puede observar. Sus sensores térmicos le permiten ver de otra manera el mismo mundo, el mundo de otros seres que jamás determinó. Siente el aire sobre su nueva piel y se deja llevar por la suave brisa que golpea las ramas de los árboles, ya es mediodía.
Su mundo ha aumentado de tamaño, pero, todo es más cercano ahora. Avanza más rápido y se siente muy bien planeando en el aire. Siente un especial agrado por los cambios en su ser, da varios giros por el bosque que cerca el lago. Observa la cabaña y su chimenea que sobresale por el techo de paja, y por la cual se esparce por el aire una ondulante columna de humo. En un acercamiento arriesgado observa al anciano y la joven conversando en un rincón de la cocina. El anciano se percata de la presencia del insecto, que planea en movimientos horizontales, se acerca a la ventana visualizando el perfil del anciano. ©
"[...]se deja llevar por la suave brisa que golpea las ramas de los árboles, ya es mediodía."
Foto: Jesús 
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jueves, 21 de agosto de 2014

Cuento

Los recuerdos del maniquí©

El maniquí miró con tristeza a través del vidrio, observó con admiración las miradas curiosas de los transeúntes. Recordó por un instante el amor lejano, el amor de su vida; aquella niña de ojos oscuros que siempre admiró y de la cual nunca supo su nombre. Recuerda los recreos en la escuela, cuando el sol comenzaba a caer y su luz amarillo - naranja acariciaba el prado y el jardín de rosas en el patio de descanso. Por su mente de plástico corre la niña de un lado a otro, en un patio escolar atestado de niños y niñas. Ella se desvanece en su recuerdo pueril. Un amor tan lejano, tan ausente, pero, tan vivo. Las sensaciones de aquel recuerdo invaden su piel artificial; tiembla emocionado. Afligido por éstos extraños sentimientos, deja caer su rostro lentamente y se queda todo él, suspendido en el tiempo. Afuera en la calle las personas siguen su camino.©
"Afuera en la calle las personas siguen su camino" Foto Jesús ©

Transformación de la libélula

Un pequeño adelanto del cuento:

«No soy nada…, no soy nada…» se repite una y otra vez mientras la oscuridad es absorbida por su piel, los latidos de su corazón como sonidos de una antigua maquinaria de relojería traquetean en sus oídos, un frío polar estremece sus huesos, como tragándoselos, ya no hay caballo, no hay sueño; una voz apartada que estalla en su cerebro martillando sus recuerdos, «no escucho» se repite como saliendo de sí mismo y mirándose a sus propios ojos, «¿Qué dice esa voz?» pregunta, gritando desesperadamente, sin escucharse, se esfuerza por pronunciar palabras, pero éstas se ahogan antes de ser pronunciadas y como un hilillo de humo desaparecen en el aire, de ese hilillo ascendente de humareda y por una misteriosa magia, una larva acuática florece y se convierte en libélula que revolotea por el aire con sus alas transparentes, Martín se observa a sí mismo desde diferentes ángulos, a través de los ojos compuestos de la libélula, se ve repetido varias veces tirado en el piso y desnudo, con una extraña luz polarizada que lo envuelve, la libélula juguetona con el aire se acerca y se aleja al cuerpo desolado, abandonado. Con admiración y asombro se ve reflejado en los ojos del odonato; un dolor intenso en los huesos lo hace volver a su realidad, pero, sus ojos abiertos no ven, sólo siente la ausencia de luz, luz esquiva, luz fugitiva.
Pintura al óleo. Autores Daniel y Jesús