Dedicado a: María Esneyder, Daniel Alfredo y a mí Madre

miércoles, 31 de agosto de 2011

Bienvenidos a mi blog: Escribir para Aprender

Dedico este espacio a:
María Esneyder, Daniel Alfredo, a mi Madre y a todos mis amigos(as)

Apreciados Amigos y Amigas.
Espero a través de este espacio poder compartir con ustedes, una de mis pasiones: Escribir. Soy docente de Educación Artística, de la Secretaria de Educación Distrital en la ciudad de Bogotá, D.C. Colombia. Egresado de la Universidad Nacional de Colombia, de la Facultad de Artes; con el título de Maestro en Bellas Artes con Especialización en Pintura. Como pueden ver mi otra gran pasión a parte de la Familia y de la Docencia, es la pintura. Espero poder compartir mi experiencia a través de reflexiones escritas, a grupadas por temas, según mis pasiones: Cuentos, Ensayos pedagógicos, Reflexiones sobre arte, en espacial sobre pintura; así como, escritos sobre mi experiencia de vida.
Con afecto y aprecio, su Amigo.

PARA EMPEZAR
No soy escritor, ni me considero un "artísta", por respeto a las personas que sí lo son y que se desempeñan como profesionales de ésta maravillosa actividad. Mi admiración para todos los escritores. Y de antemano excusas por todas las fallas de uso del lenguje que puedan encontrar en éste blog.

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CUENTOS Que Cuento:
Soy muy debil en la narracción oral, en la expresión oral por decirlo de otra manera. Pero, escribiendo puedo decir lo que no hablo. Comparto con todos ustedes un cuento corto escrito hace algún tiempo, olvide la fecha, eso no es importante. Lo que importa es que queda a jucio de ustedes  amigos lectores la siguiente historia escrita:


PARCHES AZULES
Nos conocimos en segundo de bachillerato. Desde ese tiempo fuimos novios. Siempre me gustó su disposición hacia el estudio y los poemas que me escribía en las últimas páginas del cuaderno de geografía. Recuerdo los corazones rojos atravesados con la flecha y la expresión “Olga y Fercho”. La época universitaria fue apropiada para su vinculación  a las juventudes comunistas. Fernando era muy atravesado y le jalaba a todo, en ciertas ocasiones terminaba contra las frías paredes de la estación policial, por andar en pedreas de la facultad o en marchas de protesta que se oponían a la “injusticia social” y al “imperialismo yanqui”.

Cuando empezó a meterse de cabeza en la revolución, yo entendí lo que nos esperaba para siempre y entonces comprendí que en el corazón no mandan ideologías ni partidos. Gobierna el amor. Años más tarde, una noche me dijo: “Me voy para el monte”. No quería aceptarlo. Lloré muchos días, aunque no compartía su guerra, dejé a mi familia y mi carrera, no importó la responsabilidad, cogí una bolsa desteñida de jean, tenis azul y una prenda nueva y después de echarme la bendición me fui con él.

Estaba convenido. Quería ser miliciano y lo apoye, andamos siete años en refugios y caletas; en el frío páramo nocturno del Sumapaz en custodia con los frailejones; imposible negar los sentimientos de miedo, arrepentimiento, angustia, soledad, clandestinidad que siempre nos acompañaron. Más arriba de San Vicente le dieron tres disparos, uno de los tiros le perforo un riñón. Vivió diez días en estado crítico y al borde de la muerte. Lo tuve herido y no me cansé de cuidarlo, pensé que mi vida terminaba, pero no, me lo salvó la Virgen del Carmen.
Se enfundó nuevamente en su camuflado de parches azules. Sufría cada vez que se iba al combate; -lloró cuando veo a las esposas de los policías lamentando a sus muertos-. Volvió a la guerra, estuvo en el Putumayo, duró ocho meses perdido en la selva. Lo seguía esperando todas las noches, lo recordaba abrazada a nuestros hijos y cuando sabía que las cosas se ponían difíciles, sólo apretaba los dientes y rezaba a Dios. De nuestra relación quedaron dos niños, él los veía de vez en cuando porque siempre estaba combatiendo y yo muriéndome. Hasta que llego el día pactado. En Cáqueza cayó en un enfrentamiento con el ejército. Hoy, aún no sé dónde llevarle unas flores a su tumba.
Por: Jesús Rodríguez
El color de Fusagasugá. Foto: Jesús

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