Dedicado a: María Esneyder, Daniel Alfredo y a mí Madre

lunes, 9 de enero de 2012

18 Cuentos

Marzo 21 de 2011
XVIII.

Una paloma surca el aire protegiéndose. Un tímido rayo de sol se oculta al oeste. La tarde lluviosa se entristece, un hombre anciano con vestido negro y protegido por un viejo paraguas, deja sus huellas sobre los charcos que se hacen en la abandonada calle, la que se empina abrazando la montaña. Saca del bolsillo interno del viejo saco oscuro, una caja arrugada de aguardiente, desdobla la esquina triangular y toma un largo sorbo. Sus pensamientos alejados de la realidad, balbucea palabras sin sentido para los otros, pero, de trascendencia para él. Por su mente alcoholizada por el odio, viven varios inquilinos, los que rondan por sus recuerdos envenenados, por las múltiples habitaciones que le alquiló a la memoria.


Luego de ascender la larga calle, abre una puerta de lata oxidada que se arrastra contra la tierra húmeda, la oscuridad lo absorbe, entra en la casa de cartón y madera. Un viejo colchón tirado en una esquina, con las cobijas al azar; se tira sobre su cama, mira el techo de materiales reciclados, una gotera cae, sobre su frente. El cansancio lo absorbe, el alcohol lo anestesia, se queda dormido.

Por: Jesús Rodríguez

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