Bogotá,
D.C. Septiembre 11 de 2012
Escapando
Las olas van y vienen
cogidas de la mano, el viento coqueto las empuja a la arena cálida y tropical
de la orilla de la playa. Dos hombres de piel rojiza se acercan a la mujer que
se abriga con la sombra de una palmera octogenaria; los miedos del pasado
invaden los pensamientos de la mujer. Los recuerdos de su vida en Quito le
hacen prever lo peor; Octavio en sus instantes finales de su vida terrenal le
había advertido de los hombres del 'caimán' el temido jefe de la banda de malhechores
que se habían apoderado de las calles de la ciudad, él había recibido un
disparo que tocó su corazón mientras miraba las vitrinas en la Avenida
Amazonas, cerca al trabajo de su esposa. Recuerda cuando la tomó de la mano y
la acerco para decirle al oído -ten cuidado, la próxima eres tú, vienen por ti-
y poco a poco su voz se apagó con un 'te amo' incoloro. Luego ella se alejó del
hospital donde el cuerpo inerte de Octavio quedó abandonado; unos días después
ella escapó del país por tierra. Tres días de viaje duro su huida hacía el país
cafetero, escapando del abandono y la soledad. Su vida con Octavio había sido
normal sin mayores contratiempos, vivían en una casa muy cómoda en las
cercanías del aeropuerto, hasta que conocieron al 'caimán' quién controlaba
todos los negocios sucios de la ciudad, su esposo llegó a depender tanto del
consumo de drogas que sus deudas aumentaron hasta tal punto que lo perdieron
prácticamente todo convirtiéndose en un fugitivo de la banda del 'caimán'.
Su pensamiento fugitivo
la llevó a recordar una conversación con Octavio mientras recorrían en auto la
avenida 10 de Agosto, donde su esposo con la sonrisa nerviosa que siempre había
tenido desde que se conocieron en el Parque El Ejido un domingo de noviembre, años
atrás en el tiempo; él le pedía que se fuera del país porque sus vidas corrían
peligro de seguir viviendo en Quito; en aquella ocasión ella se negó a dejar la
ciudad y en especial a su esposo, pasaron los minutos atrapados en un silencio
mudo, mientras él se concentraba en la vía y su automóvil. Se resignaron a
esperar lo peor, ya la noche empezaba abrigar la ciudad y la luz artificial
amarillenta se apoderaba del trono que abandonaba el sol. Ya en casa después de
la cena distante se abrazaron resignados
a la espera de la mañana ausente. Ella resignada por la adicción de su esposo a
las drogas y el alcohol se despidió en la aurora de él con un beso en la frente
y salió a trabajar.
El hombre más alto y moreno le hablo con acento conocido por ella y el
miedo se apoderó de su ser mientras una ola coqueteó con su pie enterrado en la
arena -Señora acompáñenos - dijo el hombre con voz tenebrosa, mientras el otro
hombre mostró por debajo de su camisa un arma vieja y misteriosa, su
respiración se ahogó en si misma en tanto su corazón parecía estallar de
angustia; por una calle de Santa Marta abrigada por el sudor del mediodía y
sujetada fuertemente por los dos hombres entre la multitud caminaron hasta un
viejo hotel del centro; ya adentro le indagaron por sus actividades y por el
dinero que Octavio debía al 'caimán'. -Un no sé nada- se escapó de su garganta sellada
por el miedo, mientras sus manos se aferraron a las de Octavio y juntos corrieron
como la primera vez en el parque; solo escuchó, que no había más ruido y durmió
tranquilamente en los brazos de su amado.
Por: Jesús Rodríguez
Santa Marta. Foto: Jesús |
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