Dedicado a: María Esneyder, Daniel Alfredo y a mí Madre

viernes, 9 de septiembre de 2011

Cuentos que cuento (3)

Febrero 18 de 2011

III.

El aire húmedo circunda cada una de los espacios de la cocina, las moscas vuelan con exquisito deleite sobre los desperdicios de basura; en un rincón, debajo del lavaplatos, los hongos hacen su aparición sobre las migajas de pan, un pedazo de pan que es el recuerdo de la última conversación que tuve con ella. Sentados en la mesa del comedor donde siempre hablábamos de diversos temas, tal vez la última conversación ocurrió algo más de un año. Ella con buen ánimo aún –no sabíamos lo que días más tarde ocurriría- recordaba el paseo que habíamos realizado al pueblo y los días soleados que nos acompañó por aquella época; ella, en la conversación viajaba por las calles empedradas y sus casas teñidas de blanco antigüedad, donde, cogidos de la mano compartíamos de la naturaleza y del aire fresco que nos brindaba el Páramo en el mes de junio.

En aquella estadía, apreciamos el valor que cada uno representaba para la familia, en especial, para cada uno de nosotros. Ella representaba el entusiasmo, la constancia, los buenos valores, el faro de la familia; mientras veíamos que yo representaba la responsabilidad, la terquedad y en ocasiones la obsesión por los proyectos grandes o simplemente por las pequeñas cosas.
El zumbido de las moscas, en el rincón de la cocina me recuerda que ella, ya no está con nosotros, sólo queda el fantasma de la memoria que resiste a creer, que ella ya no está para conversar, sentados en la mesa del comedor.

Por: Jesús Rodríguez

Mañana, Monserrate, Bogotá, D.C. Col. Foto: Jesús

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